Tras ladrones, vividores y caraduras de este asunto, se esconde lo mismo que tras muchos otros casos de parecida índole; la inexplicable fuerza que mueve a los votantes a ir a las urnas y dar por cuatro años más el poder de las instituciones a gente que en mayor o menor medida ha cometido actos delictivos. Estoy completamente seguro que de encontrarnos ante unas inminentes elecciones en la Comunidad Valenciana, la victoria en las urnas volvería a caer, y de nuevo por mayoría suficiente, del lado del Partido Popular. Pero no le demos más vueltas. ¿Por qué se sigue votando a ladrones? ¿Por qué volverá a ganar el Partido Popular de la Comunidad Valenciana? ¿Por qué seguía ganando Jordi Pujol tras conocerse la financiación ilegal? ¿Por qué se seguía votando al Partido Socialista de Cataluña tras conocerse las condonaciones de grandes créditos bancarios? ¿Por qué seguía ganando elecciones Jesús Gil y Gil? ¿Qué es lo que nos motiva a seguir votando a gente que sabemos que ha hecho trampas?
En mi modesta opinión creo que la explicación se basa en dos pilares: la duda de intenciones y la compensación.
Estos dos conceptos merecen una explicación, pero eso… mañana.
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